¡Muy buenas!
Hace un tiempo que no escribo nada... un año para ser exactos. Os he dejado abandonados durante una época. Lo cierto es que he estado viviendo la vida a tope. Aun que el trabajo me invade, he aprendido a dar lo máximo de mi tiempo, a huir del lío de la ciudad cuando puedo, a disfrutar de los pequeños momentos que nos ofrece la vida.
Seguro que os habéis dado cuenta, cada vez más, vemos una obsesión por cuidarse físicamente: dietas, carreras, gimnasios... Instagram está lleno de fotos de deportivas y Facebook no hace más que recibir fotos de maratones y de pantallazos de recorridos. Los zumos milagrosos que saben a rayos se han convertido en el negocio del año y los chalecos súper sexys que te envuelven en calambres de sudor son la nueva moda que nadie puede perderse. Y a todo esto, yo me pregunto, ¿y nuestra salud mental y espiritual?
Estamos en la oficina de sol a sol, contamos nuestras calorías y kilómetros recorridos cada día, dormimos con el móvil debajo de la almohada y, lo peor de todo, nos pasamos nuestras vacaciones buscando la foto perfecta para subir a las redes sociales... estamos obsesionados por el look, el postureo y los likes que recibimos en nuestras fotos del verano.
Hace 10 años nuestra máxima preocupación era encontrar una cámara Kodak acuática para hacerte la foto payasa del verano bajo el agua con tus gafas molongas y tu tubo que siempre se acababa llenando de agua salada... solo teníamos una oportunidad para hacer la mega foto del año. Solo una foto nos hacía falta. A veces hacíamos 20, pero como no podíamos borrar y empezar de cero nos quedábamos lo que teníamos y nos echábamos unas risas cuando las revelabas. Esa era la única foto que tenías para recordar el verano. En el caso de mi familia, siempre había dos: la fotaza ridícula que hacíamos con la Kodak acuática molona que siempre salía mal y la foto mental. Esa era y, a día de hoy, es la mejor foto del verano. Es la foto que hace tu mente y guarda para los días tristes, la que te hace sonreír cuando todo esta choff a tu alrededor. Una foto, no hace falta más. En esa foto mental puedes resumir y reunir lo mejor de tu verano, de tus días de playa, de tus comidas familiares de 5 horas y de las noches de fiesta con los amigos...e incluso de ese beso secreto que te han robado este verano y que solo tu y tu cómplice sabéis.
Esas fotos, las que verdaderamente valen para toda la vida, no son planeadas ni postureadas... salen de repente, como un déjà vu... en un segundo tu cerebro, sin querer, hace "clic" y se graba esa imagen en la mesa del jardín riéndote con los primos a más no poder porque el perro se ha caído en al piscina, o bailando el Yellow Submarine de The Beetles al más puro estilo flower power siendo las más hippie del lugar o viendo ese anochecer de película...
Este verano no tengáis como objetivo buscar la foto con más likes de Facebook... encontrad la mejor foto mental para toda vuestra vida. La foto que marcó historia en 2015...
Este verano marcaros un yellow submarine.
Besos.
Llops